La época de entreguerras (1919-1939)

La interpretación de los hechos

 

  1. Introducción General
  2. La crisis d'entreguerres

 

 

INTRODUCCIÓN GENERAL  A LA ÉPOCA DE ENTREGUERRAS (1919-1939)

Según decíamos en el tema anterior (ver el apartado las consecuencias de la IGM), los dos hechos fundamentales acontecidos en el  período 1914-1918, la IGM y la Revolución soviética,  supusieron el fin de la hegemonía europea en el mundo y  la división, entre vencedores y vencidos y  entre capitalismo (encabezado por USA) y socialismo (encabezado por el único país socialista,  la URSS). En ese período se habían sentado, pues, las bases de los que será el siglo XX desde un punto de vista histórico (1919-1990), de manera que  cuando nos referimos a esta época de manera estricta tendremos que precisar si nos referimos al hablar de los países capitalistas o de los socialistas. La crisis de valores que trajo consigo el horror de la IGM, incidió en la ideología política de manera que las palabras y conceptos que hasta ahora eren bastante  inequívocos pierden significado o se presentan confusos, por ello nos vemos en la obligación de matizarlas  y adjetivizarlas pues la   libertad, la igualdad, o la democracia no se presentan como valores claros y universales. Así, por ejemplo, nos podemos encontrar en  Estados Unidos con un demócrata de toda la vida que no tiene el menor conflicto ideológico en declararse como tal y aceptar al mismo tiempo la sociedad jerarquizada en blancos y negros en que se halla inmerso, o con un soviético convencido  que defiende la democracia socialista como la verdadera democracia  frente a la democracia burguesa, para él, una dictadura de los ricos. Sólo  teniendo en cuenta esta complejidad, podremos comprender esta época. Por lo tanto, como siempre, hemos de saber relativizar la información que recibimos y comparar diversas fuentes  y situaciones históricas (con el pasado o con otros países en la misma época), y más teniendo en cuenta que determinados temas son de una profunda controversia entre los mismos historiadores y éste es el caso en que nos encontraremos al estudiar la Unión Soviética, uno de los temas de los que tenemos información e interpretaciones  más dispares.

En el plano internacional, los efectos, especialmente psicológicos, que el triunfo de la revolución socialista supuso, crearían tensiones a añadir a la competencia existente entre las potencias capitalistas, agudizadas por una crisis económica sin precedentes, que, una vez más, intentarían resolverlas por la fuerza de las armas.

En un plano más general, la época de entreguerras es, pues, la primera fase de un período histórico en el que domina la inseguridad ante unas situaciones imprevistas en las que la burguesía se encuentra cada vez más amenazada por fuerzas económicas, sociales y políticas que le llevan a soluciones radicales para mantener el dominio. La crisis de la que se habla como titular es una crisis que hace tambalear las estructuras capitalistas y las referenicas culturales, empezando por la crisis de los indiscutibles valores liberales que hasta ahora se habían defendido, mientras los nuevos valores provenientes de la clase obrerase desarrollan lentamente. El enfrentamiento entre estas fuerzas a todos los niveles es lo que caracterizará el siglo XX, hasta que el triunfo del capitalismo inagurará un nuevo siglo.


 

La evolución

Los países capitalistas continuaran con las estructuras básicas propias del capitalismo y evolucionan en el sentido ya percibido en el período inmediatamente anterior (crisis de los principios liberales). A nivel económico, se desarrolla la economía industrial capitalista y se consolida el capitalismo monopolista si bien en una época de recesión económica en gran parte del período debido a las dificultades de la recuperación europea, las transformaciones económicas del capitalismo internacional y el desequilibrio constante entre la demanda y la oferta, todo ello conducirá a un creciente intervencionismo del Estado en la economía abandonando prácticamente los principios del liberalismo económico. Desde un punto de vista social  se aprecia una acentuación de las desigualdades sociales pues  continua el dominio de la alta burguesía pero hay un descenso del nivel de vida de las clases medias y del proletariado con lo que la división de las clases sociales se agranda y con ella se hunden los principios de una cierta armonía social. La evolución política incrementa el conservadurismo, en parte por la radicalización ideológica de las distintas fuerzas sociales debido a los efectos de la crisis económica y social. En la línea ya iniciada en el periodo anterior, se  intensificn el nacionalismo i el imperialismo y surgen cada vez más ideas antidemocráticas que socavan los principios de la débil democracia liberal apenas inaugurada, dando pie al nacimiento y a la expansión  de sistemas dictatoriales fascistas.


La Unión Soviética se encuentra en una situación extraordinariamente difícil: se enfrenta al desarrollo de la r3evolución industrial y, simultáneamente, a la implantación de la economía socialista, en medio de una crisis económica gravísima, con una sociedad en transición del efímero periodo clasista hacia un sociedad igualitaria. A nivel político, después de la guerra civil y con fuerzas sociales y políticas en clara oposición al proyecto comunista,  el desafío es  el reforzamiento de una dictadura personalizada en nombre de la dictadura del  proletariado y la construcción del primer Estado Socialista. Los retos que esta compleja situación suponía eran, pues, inmensos. Estaba en marcha una revolución económica, social y política sin precedentes en la Historia y, seguramente, la dificultad de esta empresa explica los aciertos y fracasos que conllevó.


La relaciones internacionales están marcadas por la política de no intervención en los asuntos europeos de la primera potencia mundial (USA), la inoperancia de la Sociedad de Naciones, el revanchismo de los vencidos  y el nacionalismo exaltado, lo que acelera la competencia entre los países capitalistas europeos y les aboca a una tensión cada vez más creciente. El socialismo incipiente, aislado y débil, no supone, de momento, un peligro directo frente al bloque capitalista, por lo que el enfrentamiento armado  llegará debido a la oposición  entre las democracias liberales (USA, Gran Bretaña, Francia) y las dictaduras fascistas (Japón, Alemania).

 

La evolución de la Unión Soviética

El gobierno de Lenin


              En 1921, a pesar del fin de la guerra civil la situación en la Unión Soviética  era extraordinariamente difícil, no solamente por los efectos de la propia guerra, sino también por las consecuencias negativas del “comunismo de guerra” (ver el apartado la guerra civil rusa del tema anterior) y del cerco internacional  a que la sometieron los países capitalistas, por lo que no solamente no pudo contar con  inversión de capital o importación de cualquier tipo de  material, si no que exigió –o justificó-  la conservación de la maquinaria de guerra y  la rigidez de la dictadura para no debilitar la defensa del régimen. Las dificultades para la restauración económica eran, pues, enormes y la grave  crisis económica no hacía sino incrementar la oposición de campesinos, obreros y soldados  al gobierno bolchevique. Esta situación condujo en mayo de 1921 a la llamada Nueva Política Económica en un intento de acabar con la crisis. La NEP suponía una situación de economía mixta (capitalista-socialista) ante la vuelta al libre comercio interior, la desnacionalización de empresas industriales de menos de 20 obreros y  la posibilidad de que capitalistas extranjeros pudieran arrendarlas i, en general, un estímulo a la iniciativa privada. Ello trajo consigo un renacimiento de  pequeñas y medianas empresas y la prosperidad del propietario rural. Por su parte, el Estado controlaba los sectores que seguían nacionalizados (la gran propiedad agraria, el transporte, la Banca, el comercio exterior i la gran empresa industrial -industria pesada-). Éstas últimas, a pesar de ser empresas estatales contaban con cierta iniciativa propia de autogestión (de salarios, contratos y despidos) y de autofinanciación (la dirección pasó a manos de los antiguos dirigentes ex burgueses). Con todo ello, el Estado intentaba encauzar las ganancias de la economía privada hacia la reconstrucción de  la industria estatal. Los resultados  inmediatos de la NEP a nivel económico fueron un éxito relativo ya que permitió el aumento de la producción agraria  y de la producción de bienes de consumo (con precios de venta altos), pero la industria pesada se estancó por falta de capitales, el desequilibrio entre los precios agrícolas (muy bajos) y los precios industriales (muy altos) -la denominada crisis de las tijeras-, provocó un descenso de los intercambios entre el campo y la ciudad  y se incrementó el paro. Además, a nivel social, se acentuaron las diferencias pues mientras se enriquecían los Kulaks y los pequeños y medianos propietarios industriales, la mayoría del resto de la sociedad, campesinos y obreros, permanecía en unas condiciones de miseria. Ya en 1923 se hizo inevitable el intervencionismo estatal respecto a los precios agrícolas y las subvenciones a la industria pesada. Por entonces, «los campesinos acomodados, apenas del 3 a 4% de los agricultores, poseían la mitad de las tierras cultivadas, el 60% de las máquinas [y] empleaban a unos 5 millones de trabajadores agrícolas, de los cuales 1,5 millones eran jornaleros, pagados casi con menos de la mitad de lo que recibían antes de la revolución» (Broué, Pierre Trotsky París: Fayard. p. 459).
               En estos años, la guerra civil, el boicot internacional y  la inestabilidad económica consolidaron el papel del partido comunista y la línea dictatorial con un firme control de las organizaciones sindicalistas (liquidando la influencia anarquista) y la prohibición de cualquier oposición dentro y fuera del partido y la creación de la policía política (la G.P.U.)  que llevó a cabo una fuerte represión contra los opositores políticos (la última vez que se vio en Moscú un desfile de anarquistas con banderas rojinegras fue durante el entierro del ideólogo Piotr Kropotkin, en febrero de 1921). En 1922 se había fundado la  Unión Soviética como una República federal socialista  de las Repúblicas de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y  Transcaucásica –que agrupaba Georgia, Armenia y Azerbaiyán- (en 1927 se añadirán Uzbekistán, Turkmenistán y Tadzikistán ), y en ese mismo año Stalin  se convirtió en secretario general del partido. Poco después, Lenin, ya muy enfermo y  presintiendo el enfrentamiento entre Trotsky y Stalin, aconsejó su cese como secretario general.

 

La época de Stalin

La evolución económica

En 1927 la URSS continuaba siendo un país agrario atrasado (de los 147 millones de habitantes, 120 eran campesinos frente a los 2,5 millones de obreros industriales), con costos de producción que casi triplicaban a los de USA o Europa Occidental y una  tremenda escasez de bienes de consumo.
Debido a las dificultades para la industrialización y el distanciamiento que suponía la NEP de las metas socialistas, Stalin decide abandonarla  y a partir de 1928 substituirla por una política económica planificada  basada en planes quinquenales. La idea central era la de industrializar la economía de  Rusia, pero sin requerir el concurso de capital extranjero. La necesidad de un control social y político absoluto que suponía una empresa de esta magnitud explica, en parte, la dictadura personal de Stalin. Se da prioridad a la industria pesada (concentración industrial en truts y combinados), se elimina el comercio privado y se colectiviza la agricultura cuya mecanización suministra el Estado con el desarrollo de los koljoses (granjas cooperativas) y de los sovjoses (granjas estatales experimentales donde los agricultores eran asalariados). En los sovjoses el campesino se encontraba equiparado al obrero de las ciudades, percibiendo un salario por su trabajo, pero la falta de estímulo que esto suponía, tan contrario a la mentalidad campesina, determinó una espectacular fuga del campo a la ciudad. Por otra parte, ante la medida de nacionalizar la pequeña propiedad, la resistencia fue considerable y  antes de abandonar sus bienes al Estado, los kulaks incendiaron las cosechas y mataron a su ganado (1930-32) La expropiación de la pequeña y mediana propiedad  conllevó una durísima represión contra este colectivo (encarcelamiento, exilio) y una situación rural muy convulsa, cercana a la guerra civil. En pocos años, 400.000 familias de kulaks fueron deportados a Siberia y abandonados a su suerte. La total improvisación de la operación tuvo como consecuencia una gran mortandad entre los deportados. La hambruna de 1932-1933 causó estragos en las tierras de trigo más ricas del país, en particular, en Ucrania. A fin de conseguir los objetivos de producción propuestos, se fijaron precios agrícolas bajos para los agricultores y altos para los consumidores, lo que permitió la formación de excedentes de capital que fueron invertidos en la industria, pero la colectivización agraria, forzosa y apresurada, no permitió el incremento de la producción a los niveles esperados, especialmente en el sector ganadero. En la industria se incentivó la productividad con una fuerte propaganda alentando el trabajo incluso en días de descanso y fomentando el máximo rendimiento individual mediante el sacrificio desinteresado de miles de obreros entusiasmados por la participación en un proyecto que convertiría a la URSS en el paraíso proletario (estajanovismo).

En definitiva, aunque se mantuvo un ritmo lento de crecimiento de la producción agrícola, los resultados del primer plan quinquenal (1928-33) significaron un avance económico notable: la renta nacional se incrementó en más del 50%, se triplicó la extracción del petróleo y la fabricación de acero, se crearon grandes centros industriales en los Urales y en Siberia, se construyeron canales, carreteras, centrales eléctricas,  ferrocarriles y  se empezaron a construir en serie gran número de tractores y maquinaria agrícola. También hubo un avance espectacular en el campo de la Educación Primaria, obligatoria, que redujo substancialmente el analfabetismo (de 43% a 19%, entre 1926 y 1939). En los años treinta, los niños matriculados en primaria pasaron de 11 a 30 millones, los estudiantes de secundaria pasaron de 3 a 18 millones y por todas partes se multiplicaron las escuelas de formación para adultos. El número de ingenieros creció de manera exponencial y  la URSS pudo prescindir de los especialistas extranjeros (1934). Sin embargo en el campo de la cultura se emprendió a partir de 1932 la persecución de los movimientos artísticos más innovadores, acusados de contrarrevolucionarios y burgueses. En su lugar se erigió como única tendencia oficial, el realismo socialista”, y, en consecuencia, una  parte significativa de los intelectuales rusos emigró a Paris, y Moscú dejó de ser centro de la vanguardia artística.

El segundo plan quinquenal (1933-37) prestó mayor atención a la industria ligera y alimenticia. Este plan otorgaba una mayor remuneración a los trabajadores industriales mientras  en el campo se fue imponiendo el sistema de koljoses gracias a las mejores condiciones otorgadas a los campesinos y se frenó algo el ritmo de colectivización agrícola (se podían mantener pequeñas propiedades sin mano de obra asalariada). En 1934 el 75% de la tierra pertenecía a cooperativas o granjas. A mitad del segundo plan quinquenal se aprecia una cierta mejora del nivel de vida. El Tercer plan quinquenal (1934-42) daba ya la absoluta prioridad a la industria bélica. Tras la invasión alemana en verano de 1941 se destruyeron las principales industrias básicas y descendió substancialmente la producció (al finalizar la contienda, los planes quinquenales volvieron a retomarse).

En conclusión, a base de un gran esfuerzo y de sacrificios incalculables de la población en condiciones muy duras (en ocasiones por fervor idealista y en otras por temor a la represión), los planes quinquenales consiguieron en poco más de diez años (1928-37) lo que  Europa occidental había hecho en cincuenta: la industrialización de la  economía (en 1940, la URSS se encontró en el tercer puesto en el rango de industrialización mundial).

NOTA El minero Stajanov y su equipo en 1935 extraían en un día 14 veces más de carbón de lo que le exigía el plan quinquenal. Stajanov se había convertido en un héroe nacional y realizó giras por todo el país. El «estajanovismo» (producir más, producir con mayor rapidez) se convirtió en la palabra clave de toda la industria soviética.

La evolución social

El desarrollo económico afectó a la sociedad soviética que se encontraba  en un  proceso de transición hacia una sociedad igualitaria la base de la cual era la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y, por tanto, la ausencia d'una clase dominante.. La clase obrera industrial pasó de 11 a 38 millones de miembros entre 1928 y 1933. La urbanización progresó considerablemente: al final del Primer Plan, la población urbana pasó del 18% al 32% (antes que nada por el aflujo incontrolable de 25 millones de campesinos expulsados del campo). Las ciudades soviéticas se poblaron de marginales, vagabundos y personas sin hogar padeciendo durante años de falta de higiene, seguridad, infraestructura y transporte público. La construcción de viviendas fue una de las principales preocupaciones de los dirigentes que idearon las viviendas estatales comunitarias, las kommunalka. De esta manera, una gran parte de la población urbana solía vivir en unos apartamentos colectivos proporcionados  por el Estado a cambio de un alquiler muy bajo que dependía del sueldo, donde, normalmente, vivía una familia por habitación (que servía como sala de estar, comedor y dormitorio), dependiendo su superficie del nº de miembros de la familia (unos 9m2 por persona), pero compartiendo baño y cocina con el resto de las familias ubicadas en el apartamento.
En esa época, el entusiasmo auténtico por la participación en la construcción del socialismo coexistió con las presiones, resistencias o represiones. Mientras algunos grupos sociales se beneficiaron del progreso alcanzado, como fue el caso de los miembros de la llamada  nomenklatura (dirigentes de la administración estatal, de la producción industrial y agrícola, del sistema educativo y  cultural, etc.)  que obtuvieron privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones -coche, vivienda-), la mayor parte de la población vivió el sueño de construir una sociedad justa y sin clases sociales en un ambiente de privaciones y desigualdades, aunque, comparado con la situación anterior a la revolución, el nivel de vida de la población mejoró (el salario casi se dobló en el transcurso de cada plan).  La ausencia de paro y otras mejoras de subsidio social también contribuyeron (educación primaria gratuita, vivienda proporcionada por el Estado, subsidio de vejez y enfermedad). Por otra parte, ese esfuerzo otorgó un gran prestigio a la URSS a los ojos de muchos obreros occidentales que valoraban la estabilidad y la  protección social de los soviéticos, teniendo en cuenta  las circunstancias que vivían debido a la gran depresión del 29.
En contrapartida, los detractores o historiadores más críticos  insisten en presentar la imagen de una época de escasez de todo tipo, que estuvo acompañada por una política de represiones masivas, iniciada contra los kulaks y los opositores políticos y extendida gradualmente a la totalidad del cuerpo social, ya que todo ciudadano podía encontrarse bruscamente clasificado entre los llamados «enemigos del pueblo», «saboteadores» o  «espías del imperialismo». Esta transformación, señalan, tuvo como resultado un gran número de víctimas, un costo social cuidadosamente disimulado por el régimen, en un contexto de adoctrinamiento total. Así, se inició un período de terror y delación, marcado en especial por las Grandes Purgas y por la expansión considerable de los campos de trabajos forzados del Gulag (institución que controlaba los campos de prisioneros).

 

La evolución política

Después de morir Lenin,  Stalin, para enfrentarse a Trotsky con quien tenía grandes divergencias ideológicas y sobre la planificación de la construcción del socialismo,  se alió con Zinoviez y Kamenev, partidarios como él  de la construcción del socialismo en un solo país ante el fracaso del movimiento revolucionario europeo, es decir, de una revolución exclusivamente nacional como punto de partida de la mundial y  con la idea de que solamente la supervivencia del socialismo soviético conseguiría  salvaguardar la revolución socialista futura (del éxito de la revolución en Rusia dependería el de la revolución mundial). Tras acabar con la amenaza de Trotsky  en el IV Congreso de la Komintern debido al fracaso de su tesis (la de la revolución permanente internacional como medio de asegurar el triunfo de la revolución soviética, es decir, que la Revolución no podría triunfar en Rusia si no era apoyada por movimientos análogos desarrollados en todo el mundo), Stalin se deshizo de sus aliados a base de procesos y juicios sumarísimos,  al igual que de toda posible oposición gracias a la utilización de los órganos del partido y del Estado soviético de reciente creación.
 Con la nueva constitución de 1924, la primera constitución federal, continua el control que el partido comunista realiza  sobre el poder legislativo, ejercido por el Soviet Supremo o Comité Central, delegado del Congreso de los Soviets que se convocaba anualmente y en el que  están representados los delegados de los soviets urbanos, agrícolas y fabriles. El Comité Central o Soviet Supremo está dividido en dos cámaras: el Soviet de la Unión  (1 representante /300.000 habitantes)y el Soviet de las Nacionalidades. El segundo está integrado por representantes de las repúblicas federadas y de las repúblicas y territorios autónomos de esas repúblicas. El Soviet Supremo elegía al gobierno central (el Consejo de los Comisarios del  Pueblo), al comité ejecutivo, dirigido por un presidente que era el jefe del Estado (Presidium) y a los miembros del Tribunal Supremo. El gobierno de Moscú se reservaba como materias propias de su jurisdicción los Asuntos Exteriores, el Comercio Exterior, Guerra, Marina y Aviación, Transportes y Comunicaciones. Cada una de las 11 Repúblicas federales podría legislar sobre Justicia, Administración interior, Educación, Higiene y servicios sociales, pero la dirección política y económica era competencia del poder central. El ruso se declaraba idioma oficial de la Unión y su conocimiento era imprescindible a todo ciudadano. En la Constitución de 1936 se consagra definitivamente el Partido Único y aparecen algunos cambios como son el sufragio universal para las elecciones (igualdad de voto entre el campo y la ciudad) y la igualdad entre las dos cámaras del Comité Central. El inmenso Estado ruso incluía, además de las 11 Repúblicas federales,  22 Repúblicas autónomas, 9 Territorios autónomos y 12 Distritos nacionales.

Desde 1929 Stalin gobernará al país sin ocupar cargo de gobierno alguno a través de la secretaría general del PCUS,  disponiendo, en la práctica,  de todos los poderes y rodeándose de un creciente culto a la personalidad (la admiración exagerada, casi a nivel religioso, de un líder en la sociedad o la política). En contra de la opinión de Troski que concebía el Partido como una organización abierta en la que tuviesen cabida diversas corrientes de opinión, Stalin impuso sus directrices y todas las decisiones del partido se tomaban según el principio de “centralismo democrático” que suponía la subordinación de la minoría a la mayoría, la obediencia escrupulosa  a las órdenes de los órganos dirigentes y, en definitiva, una estricta disciplina dentro del partido en el que quedaban prohibidas las posibles disensiones.

Las relaciones internacionales

Hasta los años treinta, la política exterior de Stalin estuvo dominada por la idea  de proteger la revolución socialista en la URSS temiendo una nueva intervención armada de las potencias capitalistas. Con este fin, las directrices del Komintern a los partidos comunistas afiliados eran las de subordinación absoluta a aquel objetivo reconociendo el cumplimiento obligatorio de las decisiones de la III Internacional,  dando apoyo incondicional a la política soviética, la ruptura total con los socialdemócratas, anarquistas,  trotskistas y con la II Internacional Socialista  y fomentando movimientos revolucionarios de carácter comunista en todo el mundo. Recordemos que la aceptación  o no de estas condiciones había llevado a comienzos de los años 20, a la secesión de los partidos socialistas  entre una mayoría que continuaron con los principios socialdemócratas reformistas (los Partidos Socialistas) y una minoría que abandonó el partido socialista al que hasta ahora había pertenecido, aunque con diversidad de opiniones,  para formar nuevos partidos, los Partidos Comunistas , subordinados a las orientaciones del PCUS.

Pero con la ascensión del nazismo en Alemania y su acérrimo anticomunismo,  la política del Komintern cambia y se promueve la alianza con todas las fuerzas antifascistas, incluso de la pequeña burguesia,  y se pospone impulsar la revolución, siempre  con el constante  objetivo de defender el socialismo soviético.  Esas mismas  circunstancias históricas llevaron al abandono del cerco internacional  contra la URSS y en 1933 ya estaba reconocida la Unión Soviética por Japón,  Estados Unidos, Bélgica y España, y en 1934 entraba en la Sociedad de Naciones como miembro permanente. Desde el punto de vista de las democracias capitalistas, la Unión Soviética venía a significar un contrapeso frente al nacionalsocialismo que se alzaba amenazador en Alemania.  Desde el punto de vista soviético, la idea era la de alejar al máximo la guerra europea  y, mientras,  prepararse para la confrontación inevitable reforzando sus fuerzas armadas.  De ahí el pacto de no agresión germano-soviético en agosto de 1939,  después de los acuerdos  de los gobiernos de Inglaterra y Francia en Munich en septiembre de 1938.

 

 

 

La evolución de los países capitalistas

La posguerra (1919-29)

La evolución económica, demográfica y social

Acabada la guerra, en los países capitalistas europeos enseguida quedaron en evidencia las dificultades para la reconstrucción económica pues la IGM había supuesto para Europa, tal como vimos en el tema anterior, pérdidas humanas contabilizadas entre 9-13 millones de personas, la destrucción de un 25% de la riqueza nacional (comunicaciones, minas, fábricas y campos de cultivo), el endeudamiento y la consiguiente  disminución de las inversiones en el extranjero. A todo ello hay  que añadir, además,  la inflación producida por la emisión de billetes durante el conflicto y el desequilibrio entre las importaciones y las exportaciones.  El déficit de la producción europea repercutió a nivel mundial provocando transformaciones en el comercio internacional en el que desde la contienda concursan cada vez más países no europeos (USA, Canadá, Argentina, Japón). Estas transformaciones se debieron también a las fluctuaciones monetarias, (en la conferencia de Génova (1922) se revisó el sistema del patrón oro, y se estableció el empleo del dólar y la libra, junto con el oro, para respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales) pero, ante la inflación sin precedentes, se acabaron devaluando varias monedas (en 1923 se devaluó el marco, año en que una hogaza de pan valía 201.000 millones de marcos), lo que provocó una importante pérdida de la influencia europea en el comercio mundial (USA controla el mercado americano y Japón el asiático). A resultas de todos estos cambios, se fue imponiendo la autarquía mientras se iba abandonando el comercio multilateral por el tipo bilateral (sólo se compra al país que te compra y por cantidades equivalentes)

    Para resolver definitivamente el problema económico y financiero derivado de la Gran Guerra, en 1924, se aprobó el Plan Dawes (concesión de créditos) consiguiendo un cierto retorno a la normalidad económica ("los felices 20") con el aumento de la producción agrícola e industrial a los niveles anteriores a 1914 (especialmente en Alemania). Este incremento en la producción de alimentos en Europa, unida a la  producción extra europea trajo consigo una caída de los precios que obligó a la intervención del Estado (con impuestos aduaneros, subsidios y  control de producción) y a una creciente especialización. La reconstrucción industrial europea fue posible gracias a una continua  concentración empresarial  (trusts, cártels, monopolios) que permitió la difusión de las innovaciones tecnológicas de la segunda fase de la industrialización y de los nuevos métodos de trabajo (racionalización de la producción, división técnica, trabajo en cadena, taylorismo, producción en serie, standarización) y reforzó el capitalismo monopolista. El incremento de la producción industrial exigió incrementar las necesidades del consumidor y para acrecentar la demanda se pudieron en marcha los recursos de la publicidad y la compra a plazos. Pero la recuperación industrial de las potencias europeas no podía competir con la economía USA que casi monopolizaba la producción mundial (primer productor de petróleo, de acero, de producción de automóviles…) debido a su gran capacidad técnica, financiera, demográfica y de consumo. Convencidos de su éxito económico y de la superioridad de la vida americana, se ensalzaron los WASP (blancos, anglosajones, protestantes) como los grandes triunfadores del estilo de vida americana ("american way of life"), precursora de la sociedad de consumo actual, mientras aumentaba el racismo (contra los negros, judíos, católicos, inmigrantes) y la persecución de anarquistas y comunistas. La intolerancia fue también moral y las organizaciones más conservadoras lograron la prohibición del alcohol ("ley seca"), o la enseñanza del evolucionismo en las escuelas de algunos estados.


Este panorama económico se podría resumir con la idea de que toda la época de entreguerras fue para el mundo capitalista una época de recesión económica casi constante (excepto el corto período 1924-29), con paro crónico en Europa, estancamiento del comercio internacional y la necesidad de un creciente nacionalismo económico (proteccionismo aduanero e intervencionismo estatal) ante la evidencia de un mercado limitado (el nacional y el de las áreas de influencia). Pero, simultáneamente, el desarrollo industrial de los países extraeuropeos, que amplían su capacidad de producción, exige aumentar las necesidades de consumo. Este desequilibrio entre una capacidad productiva creciente y un mercado cada vez más limitado agudiza la competitividad entre las potencias capitalistas sin posibilidad de nuevas conquistas coloniales, lo que implicaba, nuevamente, otro reparto del área de inlfuencia económca.


El aumento demográfico continua  (sigue descendiendo la tasa de mortalidad),  aunque a un ritmo menor que en el siglo pasado pues en los países desarrollados el control de la natalidad, debido a la emancipación de la mujer y la mejora del nivel de vida,  lo frena. Las políticas migratorias restrictivas (USA pone obstáculos a la inmigración, mientras Italia los pone a la emigración) hace disminuir las migraciones transcontinentales tradicionales del XIX,  pero aumentan los movimientos de población debido a migraciones forzosas por cuestiones políticas (emigración balcánica, de los judíos expulsados en la Europa Central, de los republicanos españoles).

La evolución social   
El proceso económico vivido entre 1919-29 ha repercutido en el enriquecimiento de la alta burguesía industrial y financiera y su cada vez mayor alejamiento de la pequeña burguesía abocada a una creciente proletarización (pérdida de gran número de pequeñas y medianas empresas debido a la concentración industrial). La acentuación de las desigualdades sociales y el empobrecimiento de las clases medias  se tradujo en una radicalización ideológica. La incorporación de la mujer al trabajo remunerado, sobre todo durante la IGM para substituir a los hombres que estaban en el frente,  facilitó el acceso al voto en bastantes países. El movimiento feminista siguió teniendo como objetivos la mejora de la educación, la capacitación profesional y la equiparación de sexos en la familia como medio de evitar la subordinación de la mujer.

Obtención del derecho al voto de las mujeres de algunos países*


Nueva Zelanda

          1893

Australia

          1901

Finlandia 

          1906

Noruega

          1913

Dinamarca

         1915

Reino Unido

  1918 (+30 años)

Alemania

         1918

Países Bajos

         1918

Polonia

         1918

Rusia

         1918

Austria

         1918

Bélgica

         1919

Estados Unidos

         1920

República Checa

         1920

Eslovaquia

         1920

Suecia 

         1921

España

         1931

Francia

         1945

Italia

         1945

Grecia

         1952

Suiza

         1974

    *NOTA: las fechas son indicativas ya que a menudo en el proceso de obtención de los
    derechos políticos de las mujeres hubo avances y retrocesos (como  el caso de España).

Fuente: http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/triunsufrag.htm

 

La evolución política


Análisis de las fuerzas políticas

  • El bloque conservador

La revolución de Octubre , el incremento de la actuación obrera y la crisis económica de la posguerra  han  contribuido al reforzamiento del bloque conservador (liberalismo, nacionalismo, imperialismo) en el que se aprecia una tendencia a  defender actitudes represivas de carácter preventivo o disuasorio, a  un fortalecimiento del poder ejecutivo frente al  legislativo (muchos gobiernos democráticos promulgan decretos-leyes que, posteriormente, serán refrendados por la mayoría parlamentaria), y a abandonar los métodos tradicionales de poder  aceptando con cierta simpatía  la ideología fascista que se presenta como alternativa al comunismo. (también renace el racismo, antisemitismo en Europa o  antinegrismo en USA –Ku Klux Klan). En definitiva, ideológicamente, en el conservador se observa un retroceso de los principios del liberalismo y una afirmación creciente del  nacionalismo  y del  imperialismo. El sentimiento nacionalistas  tiene en cada país sus motivos de orgullo o reivindicaciones que defender:

    • En los Estados Unidos , la satisfacción de ser los “ libertadores de Europa” y el orgullo de su tranquilo  aislamiento frente a los conflictos europeos.
    • En Alemania, el revanchismo y los deseos de anular el Tratado de Versalles.
    • En Francia, el orgullo de la victoria
    • En Gran Bretaña predomina ese mismo sentimiento i de orgullo nacional
    • En Italia, el sentimiento doloroso de una victoria frustrada
    • En los nuevos Estados europeos, la animadversión  hacia los nuevos vecinos.

La nueva ideología que acabará imponiéndose en la mayoría de los países europeos, el fascismo, presenta una serie de características comunes:

  • Defensa del capitalismo, dispuesto a perder libertad económica a cambio  de que el Estado intervenga para proteger  la economía nacional frente a la competencia exterior (realizando grandes inversiones estatales, favoreciendo la concentración industrial y las obras públicas, dando prioridades a determinados sectores productivos, controlando la efectividad empresarial,  las inversiones y los créditos). La postura de anti -liberalismo económico se podría resumir en la idea: el libre juego de las fuerzas económicas, no produce más que catástrofes  y en la crítica al capitalismo ocioso, especulativo y multinacional. Por ello, la política económica que se defenderá para luchar contra la crisis económica será la de un dirigismo creciente por parte del Estado, un proteccionismo estricto y  la consecución de la autarquía, que hace necesario conquistar mercados y materias primas, es decir, un espacio vital  a fin de que la economía se desarrolle.  El pleno empleo (eliminación del paro gracias a ocupación creada por las obras públicas del estado) y un sistema de seguros sociales eficaz  asegurarán la producción y el mercado interior.
  • El sentimiento nacionalista frustrado, que se siente víctima de  la agresión extranjera, desemboca en una potente  exaltación del sentimiento nacional que  tiene como objetivo crear una Patria fuerte y grande que asegure, no solamente la imposibilidad de nuevas agresiones  o humillaciones,  sino el dominio y la conquista  de los enemigos. La política exterior será imperialista: La lucha es fundamental para la supervivencia. Se debe vivir peligrosamente para probar la superioridad. Y si no se tiene un presente glorioso, se acude al pasado : “Italia debe tener un primer plano en el mundo como continuadora de la grandeza romana” (Mussolini). Y, en este sentido,  la guerra imperialista no sería  un azote, una maldición, sino un ideal; en cambio, el pacifismo  es una muestra de debilidad y cobardía. El espíritu militarista, las banderas y todo tipo de símbolos patrióticos se utilizan para recordar la importancia de la nación y el deber del soldado ante la pàtria.
  • El sentimiento de inseguridad, descontento y miedo generado en la pequeña burguesía como clase amenazada  (ante el empobrecimiento debido a la crisis económica o  por la amenaza de  pérdida de su status ante la posibilidad del triunfo de una revolución social) hace que la pequeña burguesía-clase media.sea un importante apoyo social a la doctrina fascista.
  • El sentimiento de clase dominante amenazada que tiene parte de la alta burguesía, ante la posibilidad del triunfo de una revolución social o por la competencia del capitalismo internacional, hará que esté predispuesta a ceder poder político y a sacrificar libertades  con tal de asegurar el fin del movimiento revolucionario o del competidor capitalista.
  • La desconfianza hacia los dirigentes políticos elegidos del momento, a los que se ve incapaces de defender sus intereses ante el empobrecimiento y la inseguridad, hace que un sector de la población (campesinos, obreros)  esté dispuesto a sacrificar la democracia de la que no espera solución a sus problemas.
  • Frente a la lucha de clases marxista, se defiende la unidad nacional con ideas de cooperación social y, especialmente, de subordinación de los intereses individuales a los del Estado (el individuo no cuenta). Igualmente, el fascista  se opone a ideas de igualdad social justificando una estructura anti-igualitaria, de hecho, fuertemente jerarquizada, ya que su concepción social  se basa en la existencia de seres superiores, unas élites escogidas por la naturaleza que serán los dirigentes de la raza superior,  mientras que el resto de  la sociedad forma parte de la masa destinada a obedecer. "Todo la que la humanidad ha alcanzado, ha sido debido al trabajo de la raza aria” (Hitler). La creencia en la superioridad de la raza se utilizaba tanto para justificar el derecho del pueblo alemán a imponerse sobre seres inferiores como los eslavos (raza de esclavos) o  los degenerados franceses, como el derecho de los nazis, que eran los representantes de la élite, seleccionados y probados en su lucha por el poder, de gobernar sobre el pueblo alemán. La masa no tiene necesidad de pensar, de hecho, formas parte de ella porque no eras capaz de pensar adecuadamente, porque tu naturaleza te ha hecho corto de miras, de ambición, de coraje y de fuerza y te convences de que   el intelecto o la razón son peligrosas (el líder piensa por ti), de que, para tu bienestar y el de todos,  es mejor hacer lo que te mandan, creer lo que te dicen los mejores, los elegidos, que son los que saben.  “El instinto lo domina todo y del instinto nace la fe (...) mientras la gente común de mentalidad sana estrecha instintivamente sus filas para formar una comunidad del pueblo, los intelectuales siguen su propia ruta como gallina en un gallinero. Con ellos es imposible hacer historia. No pueden utilizarse como elemento de apoyo de una comunidad." (Hitler). Por ello  no hay hombres o mujeres, patrones u obreros, campesinos o terratenientes, hay alemanes, españoles o italianos que, unidos, forman parte de un destino que les hará formar parte de la grandeza que les espera:  “Unidos por un pensamiento y una disciplina común, los españoles todos han de ocupar su puesto en la gran tarea” (Franco).
  • En esta sociedad desigual, el hombre y la mujer no son, obviamente, iguales, cada uno tiene papeles que desempeñar: el hombre como obrero y soldado que trabaja y lucha por la Patria; la mujer, supeditada al marido, como la madre de futuros obreros y soldados. Se exalta la fuerza física como medio de demostrar la superioridad del Hombre (persecución a los homosexuales, exaltación de la virilidad masculina),  quien, si es necesario, debe utilizar la violencia para imponerse a los débiles.
  • En los discursos se emplea  una terminología confusa (apropiándose de términos como el de camarada, afirmando los alemanes somos una raza de proletarios o proclamándose anticapitalistas i defensores del autèntico socialismo),  y  un lenguaje exaltado (¡muerte a los impuros!), grandilocuente  e igualmente equívoco: “Los fascistas tenemos el valor de rechazar todas las teorías políticas tradicionales; somos aristócratas y demócratas, revolucionarios y reaccionarios, proletarios y anti proletarios, pacifistas y anti pacifistas. Nos basta con tener un punto de partida: la nación” (Mussolini).  “El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un anti-partido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas (…)” (José Antonio)
  • El Partido es un partido de masas, aunque la multitud que es congregada en torno al líder sólo sirve para demostrar la fuerza social que tiene el Partido reduciendo su participación a eslóganes  establecidos (¡¡¡Franco, Franco, Franco!!!), que es la manera de manifestar la verdadera voluntad  de la nación porque no tiene opinión política propia (por eso no se la consulta): “las elecciones nunca representan la voluntad popular” (Franco).
  • Su totalitarismo político, frente a la democracia liberal,  se basa en la idea de que el Estado tiene supremacía sobre el individuo y por ello debe velar y controlar toda acción que, incluso inconscientemente, pudiera perjudicar a los intereses nacionales. Un Estado en donde sólo las élites deben gobernar, y, más  concretamente, el jefe carismático, el Líder, el Führer, el Caudillo, al que se debe obediencia ciega:  “Mussolini siempre tiene razón” se podía leer en los muros de las calles de Roma, o “Manda, Führer, nosotros te obedeceremos” en las directrices del Partido Nacional-Socialista alemán. En la dictadura fascista la concentración de poder es total, el jefe del Partido es el Jefe del Estado y del gobierno (acostumbra a ser un militar) que detenta el poder ejecutivo, el legislativo, firma sentencias y nombra a jueces y demás magistrados del poder judicial. Sobre este caudillaje, el fascismo estableció una sociedad basada en los principios del orden, la obediencia y la autoridad indiscutible del que era considerado un hombre excepcional. El totalitarismo fascista aspiraba hasta controlar la forma de pensar, por eso puso en marcha el adoctrinamiento de los más jóvenes. En Italia y Alemania los niños formaban parte de las organizaciones juveniles controladas por el partido donde se intentaba crear un "nuevo hombre" basado en las virtudes militares de la disciplina y la sumisión.
  • El sufragio universal es sólo la ley del número prevaleciendo sobre la calidad, por ello no habrá elecciones y habrá un único Partido, quedando prohibidos el resto. Las multitudes congregadas en los mítines  fascistas son ya una prueba indiscutible de la voluntad popular. La oposición no se permite y se crea un aparato para-militar  fuertemente represivo. La censura y las delaciones  aseguran el control de los opositores. “Una acción de gobierno eficiente, cual cumple ser la del nuevo Estado español, nacido por otra parte bajo el signo de la unidad y la grandeza de la Patria, exige supeditar a su destino común la acción individual y colectiva de todos los españoles. Esta verdad, tan claramente percibida por el buen sentido del pueblo español, es incompatible con la lucha de partidos y organizaciones políticas, que [...] gastan sus mejores energías en la lucha por el predominio de sus estilos peculiares, o, lo que es peor, en cuestiones de tipo personalista  [...]” (Franco)
  • Las libertades individuales no son derechos, sino concesiones que hace el Estado siempre y cuando no sean perjudiciales, por ello muchos derechos civiles, sociales y políticos son suprimidos en nombre de los intereses de la nación que debe protegerse del enemigo exterior, pero también de un enemigo interior, mucho más peligroso,  que está infiltrado en el seno de la sociedad y cuyo único propósito es hacer daño, quebrantar al buen alemán y luchar contra la grandeza nacional. Pueden ser judíos, negros o  inmigrantes, comunistas disfrazados en muchas ocasiones, que utilizan todo tipo de argumentos y acciones para conseguirlo. De hecho, son los culpables de la situación de penuria y paro, de los problemas económicos que existen.  Por ello deben ser apartados para que no contaminen a los buenos alemanes y, si es necesario, eliminados de raíz (los judíos son nuestras desgracia). La necesidad de un chivo expiatorio al que culpabilizar  es imprescindible para convencer de que, suprimido, todos los problemas se resolverán Son los enemigos internos y externos los que con su conducta intolerable obligan a adoptar medidas drásticas de autodefensa: “Estaba convencido de que el estado de Austria siempre obstruiría a todos los grandes Alemanes... y apoyaría todo lo que estuviera en contra de Alemania... Yo odiaba aquella mezcla de checos, polacos, húngaros, servios, croatas y sobre todo a los siempre presentes judíos” (Hitler).  
  • El bloque reformista

El proceso de concentración empresarial y la crisis económica ha proletarizado a parte de las clases medias y creado un fuerte sentimiento de inseguridad, acentuado por los efectos psicológicos de la revolución soviética y su idea de igualitarismo que equiparaba a la pequeña burguesía con el obrero en muchas ocasiones despreciado internamente, todo ello conllevó la escisión ideológica del  reformismo, de los demócratas republicanos hasta ahora unidos frente al liberalismo conservador  y al comunismo revolucionario. El ala derecha pasa a unirse al bloque conservador, abandonando la política reformista liberal tendente a mitigar las desigualdades sociales y los abusos del gran capitalismo, seguidora de los partidos liberales o  de los partidos fascistas llegando a constituir su base social mayoritaria.
El ala izquierda mantiene su fe en la necesidad de reformas y propugna  una alianza con sectores republicanos más radicales (socialistas e incluso comunistas) frente a la amenaza de la ascensión fascista (Frentes Populares en  Francia o España).

El movimiento obrero se encuentra debilitado por la deserción  de sectores del proletariado y del campesinado hacia las filas fascistas y la división y enfrentamiento  entre socialistas y comunistas (y anarquistas en el caso de España). La política de los partidos  socialdemócratas  afiliados a la II Internacional,  continuó con la defensa de un programa reformista  y de la democracia parlamentaria.

 

  • La izquierda revolucionaria

La izquierda revolucionaria  está constituida por los partidos comunistas de reciente creación, afiliados a la III Internacional o Komintern, en cierta forma débiles tras el fracaso de los brotes revolucionarios en la Europa Central pero, simultáneamente, con una gran fuerza moral proveniente de la simpatía e ilusión que en muchos obreros despierta la revolución rusa.  La crisis económica, por otra parte, conduce a muchos obreros a buscar solución en  la revolución social.  La línea de actuación de los partidos comunistas afiliados al Komintern viene marcada por el PCUS y el objetivo fundamental es el de apoyo y la defensa del socialismo soviético, junto a la preparación de la revolución socialista en sus respectivas áreas territoriales lo que le conduce a la lucha contra la socialdemocracia y los partidos reformistas de la pequeña burguesía. Este programa, sin embargo, cambió al inicio de los años treinta, en los que, ante la ascensión del fascismo, se abandona la lucha revolucionaria y se impone una alianza o cuando menos un acercamiento de todos los sectores antifascistas. A partir de entonces, quedarán solamente sectores muy minoritarios del comunismo  (trostkistas) o el anarquismo español para seguir defendiendo la revolución proletaria.

 

La evolución política interna

La presión de la clase obrera revolucionaria, el ejemplo de la revolución rusa, la competencia económica internacional y la recesión económica crónica, el control de la opinión pública a través de la prensa y la radio y la organización de los partidos centralizada y jerarquizada (con la consiguiente pérdida de actuación política del militante de base) contribuirán al dominio político de las fuerzas conservadoras. La alta burguesía pone en duda que el sistema democrático asegure la defensa de  sus intereses y, entre 1919-29, en los países en que se mantiene el sistema democrático los conservadores ocupan el poder  (en USA, Francia, Gran Bretaña) y  se refuerza  el poder ejecutivo en detrimento del legislativo, mientras en  otros muchos estados europeos se implantan dictaduras de corte  fascista (y en todo el mundo crecen las organizaciones de tipo fascista, es decir, anti liberales, anti democráticas, anticomunistas, militaristas, nacionalistas, racistas…. ):

  • 1919 Hungria
  • 1922 Italia
  • 1923 España
  • 1923  Bulgaria
  • 1924 Turquía
  • 1925 Albania
  • 1926 Polonia
  • 1928 Portugal
  • 1929 Yugoeslavia

              Internacionalmente, tal como decíamos más arriba, el socialismo incipiente, aislado y aún débil, no supone, de momento, un peligro directo para el bloque capitalista (aunque ideológicamente contribuyó a acelerar las tensiones), por eso el enfrentamiento armado llegará debido a la oposición entre los imperialismos de las democracias liberales (USA, Gran Bretaña, Francia) y los de las dictaduras fascistas (Japón, Alemania): la II Guerra Mundial.

               

 

La crisis del 29


Antecedentes y causas inmediatas

Acabada la guerra, continuó el ritmo de producción de los países proveedores (USA, Japón, Canadá, Argentina, entre otros) a los beligerantes,  dada la lenta recuperación de la economía  europea y la necesidad de seguir abasteciendo a sus mercados. Pero a partir del momento en que Europa  vuelve a niveles de producción crecientes (1924) aquellos no disminuyeron su capacidad productiva. Este incremento en la producción empezó a  manifestar signos de desequilibrio entre oferta y demanda afectando especialmente a determinados sectores. Este fue el caso de la agricultura estadounidense que experimentó un importante descenso de los precios (acelerado por excelentes buenas cosechas) que se tradujo en dificultades de muchos agricultores para poder vender, para poder comprar y para poder pagar sus créditos y deudas. Esta situación fue afectando a otros sectores productivos (la industria textil, por ejemplo).
Simultáneamente, el crecimiento económico de “los felices años 20” había  creado unas expectativas de consumo a amplios sectores de la población norteamericana (alta burguesía, clases medias e incluso mano de obra cualificada) que la publicidad y las facilidades de crédito permitieron (en 1929, el 96% de las máquinas de coser y lavadoras, el 80% de los aparatos de radio y neveras, el 70% del mobiliario y el 60% de los automóviles, se compraban a plazos). Este incremento  de la demanda trajo extraordinarios beneficios reinvertidos en el sector de bienes de consumo y en la Bolsa. Porque finalmente, otro factor intervendría en la gestación de la profunda crisis del 29; el alza continua de los precios de las acciones de  Wall Street contribuyó a que aquellos mismos sectores de la población se decidieran por la especulación bursátil comprando acciones, algunos  con los ahorros de toda la vida e incluso a crédito, y reinvirtiendo los dividendos en nuevas compras, con la idea de conseguir beneficios rápidos e inmediatos aunque nadie vendiera sus acciones pensando en que al día siguiente todavía valdrían más, y a pesar de que, cada vez en  mayor medida, el alza de las acciones no correspondiera al crecimiento real de las empresas (si en 1924 el índice estaba en 110 puntos, a finales de 1925  ya era de 181 puntos. A comienzos del año 1927, el índice llegaba hasta 245 puntos, casi un 125% de subida en poco menos de 3 años). Toda esta euforia se aprovechaba en política para lograr votos y así el candidato Herbet Hoover consiguió ser Presidente de 1929 a 1933 en parte gracias a su campaña en la que anunciaba que con él continuaría la prosperidad. Después de aquellas elecciones, la Bolsa subió hasta los 331 puntos.
Cuando la crisis de superproducción llegó a un determinado punto, la crisis agrícola incidió en el descenso de la demanda de productos por parte de los agricultores y otros sectores afectados junto a la dificultad  de pagar los créditos solicitados. La crisis se fue extendiendo. De esta forma, un importante sector de accionistas necesitó liquidez, incapaz de pagar sus deudas por las dificultades de sus negocios, y empezó a vender sus acciones para conseguir dinero en efectivo pero, entonces, se produjo el pánico (el 24 de octubre de 1929 “jueves negro”, preludio del "martes negro") cuando más de 13.000.000 de títulos se pusieron a la venta y todo el mundo quería vender y nadie compraba,  y el valor de las acciones se hundió en la bolsa de Nueva York, que era  el centro financiero internacional. En pocos días  la Bolsa norteamericana había perdido un 25% de su valor, en apenas un mes había pasado de 415 a 224 puntos (y, después de continuos descensos, en junio de 1932  llegaría  a los  58 puntos). El hundimiento de Wall Street provocó tal desvalorización en las acciones que los grandes empresarios y accionistas, después de sacar su dinero del banco (igual que hicieron millones de personas al mismo tiempo, provocando la quiebra de miles de bancos), repatriaron los capitales invertidos en todo el mundo, se cortaron los créditos que USA había dado hasta el momento y se internacionalizó la crisis (en 1931 la quiebra de los grandes bancos había llegado a Europa).  

Manifestaciones de la crisis

La crisis de superproducción unida a la crisis financiera produjo entre 1929-32 una violenta contracción de la producción industrial mundial (que en 1932 era un  38% inferior al nivel de 1929), disminución de la producción agrícola en los países exportadores, una acusada reducción de los precios, perturbaciones en el sistema monetario, hundimiento del comercio internacional, cierre de fábricas (más de 30.000 empresas en USA), quiebra de bancos (más de 5.000 en ese mismo país), aumento del paro (que llegó al 35% de la población activa de USA, al 43% de la de Alemania y al 23% de la de Gran Bretaña), reducción de la tasa de beneficios y descenso salarial.

Consecuencias
A nivel económico, las primeras medidas que se llevaron a cabo por los diferentes gobiernos de lucha contra la crisis fueron las ya conocidas (reducción del gasto público, limitación del crédito, proteccionismo, congelación salarial), pero, ya en 1931 se comprobó que eran inútiles pues continuó el aumento de la deuda exterior y  del paro, la disminución de los precios, de las exportaciones y de las reservas de oro. Por otra parte, el abandono del patrón oro por parte de USA (1933) supuso el fin del sistema monetario basado en el patrón otro y provocó grandes dificultades en el comercio internacional.
Finalmente, las economías industrializadas se fueron recuperando a partir de 1935, en gran parte por el rearme ante la posibilidad de una nueva guerra y los gastos públicos. En el caso de Alemania, se puso en marcha el programa económico del partido nazi, ya comentado en general, mediante planes cuatrienales. El primero duró de 1933 hasta 1936 y el segundo arrancó en septiembre de 1936. El objetivo de estos planes era hacer de Alemania una nación autosuficiente. Se consiguió reducir el paro substancialmente y hubo progresos en el sector industrial (aunque no en el agrícola),  pero el factor que más influyó en esa recuperación industrial fue el incremento del presupuesto del Estado destinado a la industria bélica (en 1933 Alemania invirtió 1.900 millones de Reichsmark en la Wehrmacht, en 1939 ese gasto ascendió a los 18.400 millones, o lo que es lo mismo dos tercios del presupuesto estatal alemán estaban invertidos en la fabricación de armamento.
En el caso de EEUU, la política económica del nuevo presidente Roosevelt (1933), el primero que no sigue una política netamente liberal, también contribuyó de manera decisiva a la salida de la crisis. Roosevelt, siguiendo la teoría económica de Keynes, con el llamado New Deal llevó a cabo un plan de extensas obras públicas tendentes a crear empleo aunque se aumentaran los gastos del Estado y el déficit público.  La reforma financiera, que incluyó la devaluación del dólar y el control de la Banca, consiguió facilitar el crédito a empresas y particulares. La política agrícola, que subvencionaba la reducción de la producción y el espacio cultivado, permitió una recuperación de los precios agrícolas, y, respecto al sector industrial, además de los créditos a las empresas, se redujo el horario laboral y se estableció un sueldo mínimo (a cambio, se estableció la seguridad social de vejez, paro e invalidez), permitiendo el incremento de los precios industriales y de la demanda en general. Los resultados del New Deal fueron desiguales, lográndose más bien estabilización en lugar de crecimiento. Por ejemplo, no se consiguió el pleno empleo y la permanencia de un número alto de desocupados hicieron de la década del 30 un período de tensiones y enfrentamientos sociales.

A más largo plazo, la crisis económica supuso la crisis definitiva del liberalismo económico debido a la necesidad, para proteger el sistema capitalista, de la intervención del Estado con una política de dirección o planificación de la economía: en la mayoría de países se intensificó el proteccionismo, un cierto control de precios y salarios, se desarrollaron programas de obras públicas, mayor reglamentación de la producción y del comercio y en algunos se produjo la nacionalización de los sectores no rentables. Otra consecuencia de la crisis fue el fortalecimiento del capitalismo monopolista (las empresas concentradas no se vieron tan afectadas).


A  nivel socio-político, la crisis supuso una redistribución de la renta nacional manteniendo los niveles de la alta burguesía (como clase, las pérdidas fueron provisionales y a partir de 1935 recuperó los niveles de renta), mientras las clases medias y la pequeña burguesía vieron descender el poder adquisitivo (empresarios de pequeñas y medianas  industrias con utillaje anticuado, poco competitivas ante la gran empresa, clientela empobrecida) y la clase obrera conoció un descenso acusado de su nivel de vida (reducciones salariales y mantenimiento de un cierto nivel de paro a pesar de la recuperación).
La acentuación de las desigualdades sociales pareció provocar en los primeros años de la crisis la acentuación de la radicalización ideológica mientras las fuerzas centristas (reformistas) disminuían, pero, a más largo plazo, se reforzó el conservadurismo de las clases dirigentes por el temor a unas libertades políticas excesivas en manos de las masas empobrecidas, que junto a la inseguridad que la situación de las clases medias-pequeña burguesía conllevó la  expansión de las dictaduras fascistas (Austria, Rumanía, Bulgaria, Grecia). Por su parte, el sector revolucionario que provocaba ese temor, con el consiguiente  crecimiento de los partidos comunistas, quedó pronto eclipsado por ese mismo ascenso fascista que determinó, a partir de 1935, el aplazamiento de la revolución y la alianza de todos los antifascistas –republicanos reformistas, socialdemócratas y comunistas-, con un programa de defensa de las democracias liberales y de reformismo social, en aquellos países en que la dictadura no los eliminó de cuajo. En los países en que se mantuvo el sistema democrático, se produjo un debilitamiento del parlamentarismo debido a la ampliación del poder ejecutivo (que gobierna con decretos-ley). 


                    El aumento de las tensiones internacionales fue otra de las consecuencias de la crisis. Alemania, Italia y Japón se veían abocadas a una economía autárquica pero tenían el hándicap  de carecer de recursos naturales (las primeras carecían de colonias y el crecimiento económico japonés no tenía suficiente con el expansionismo realizado hasta entonces –Formosa, Manchuria-), mientras el acceso  a las materias primas y mercados estaba cada vez más imposibilitado por la política proteccionista de los otros Estados. Todo ello, contribuiría al estallido de la IIGM.

                En definitiva, la crisis del 29 incidía en una tensión creciente porque mientras la  difusión de las innovaciones de la segunda revolución industrial permitía un gran incremento de la capacidad de producción,  la limitación de los mercados internacionales incrementaba  la competencia, especialmente por parte de los países que carecían de mercados exteriores o coloniales.

                              

   

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